Magdalena y Gustavo

Era Magdalena respirando al viento, al amanecer toma café en silencio, el correr del día, el proceder del tiempo, las líneas en sus manos que relatan una historia un cuento. Y estaba Gustavo pescando en el río, escuchando el coro de los picos amarillos, unas botas, su camisa aún guardan las cenizas del fogón de leña que calienta el barro con la brisa. Magdalena un día recibió una carta, (Hablado) “hola que tal soy Gustavo y soy tu eterno enamorado” Magdalena simplemente respondió “Señor Gustavo, yo tengo pocos años y usted tiene ya pasos adelantados” El leyó el mensaje y no dudó en seguir buscando la manera de que Magdalena este a su lado, pasaron los años y un encuentro inesperado pudo definir una emoción de amor sincero y prolongado. Pude ver en ti, mi destino al fin, mi sendero tú, mi camino y luz. Corazón que se quiere salir cuando estás al frente, corazón que no puede vivir si no puede verte, Pude ver en ti. El sonido que nació de un rondador que él consiguió, la madera que al soplar, música que empezó a sonar, una dedicación de amor en compañía de un bandoneón, una guitarra, una razón, un sentimiento un corazón. Ya posteriormente fue más fácil para ellos, comprendieron la razón tocar el cielo desde el suelo, los dos, las estrellas, las canciones que bailaban, fueron convirtiéndose en razones para que suenen campanas. Ahora Magdalena es la señora de Gustavo, a la luz seis hijos, dos muñecas, cuatro los hermanos, diecinueve la generación que persigue el legado, y genealógicamente el árbol seguirá ramificando.